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El ser humano estelar
“Nuestra mente es como una gota de agua dentro de una corriente de agua inmensa, enorme, y no podemos oponernos al curso de los acontecimientos aplicando nuestros miedos y resistencias a voluntad. Fluir es no resistirse, aceptar, entregarse al río de la vida.”
Dokushô Villalba (2013)
En cada ser humano existe un modelo de universo de naturaleza infinita, es un modelo de luz que reproduce la infinitud en el aspecto de una forma. Sobre la tradición alkímica dice José Luis Padilla (2009) “Vive, bajo el signo del milagro de despertar a los hombres, a su realidad estelar; desde la que provienen, en la que están y en la que permanecerán en el infinito”. Este lenguaje revelado es transmitido a través de los ideopictogramas que describen y transcriben cifradamente un lenguaje de humanidad.

El hombre estelar se sumerge en la fuerza inconmensurable del universo para realizar su camino hacia la inmortalidad, tras haber despertado al reflejo luminoso de su posición como ser de universo y con el contenido de todas sus características del infinito. El hombre transfigurado, sabiéndose portador de eternidad que va de regreso a ella, practica la virtud, el hacer sin querer debiendo y el marchar en el sentido de los signos.
Humanismo sanador
Si no podemos cambiar de buenas a primeras las relaciones de poder ocultas que determinan las políticas internaciones sobre economía, legislación, cultura, educación, medioambiente y salud… ¿Cómo abordar la incapacidad de una persona para realizar su proyecto vital? Cultivando y practicando una amplia visión humanista. Sin forzar podemos sugerir o propiciar cambios en la forma de concebir y vivenciar los acontecimientos, para que cese el (auto)daño.
Buena parte del malestar se produce por un exiguo grado de confianza básica y su manifestación en irrefrenable impulso de querer dominar las circunstancias, negando la incertidumbre y el misterio que constituyen nuestra existencia. Y cuando hace aguas la inercia de control del tiempo, la productividad, el dinero… Desde la herencia judeocristiana no esotérica aparece la interpretación fatalista que añade un sufrimiento recursivo sobre la vivencia negativa pero puntual. Además, el pronóstico será más negativo si recurrimos a un médico/terapeuta cuya atención no está afinada, calma su inseguridad aplicando manuales preceptivos y no comprende que el enfoque de la relación con el paciente será un condicionante muy importante en la superación del problema en cuestión. Como dice José Luis Padilla (2015), el terapeuta siempre debe ofrecer una visión honesta de la situación particular, sin radicalismos y con un motivo de esperanza. La comunicación establecida es un factor muy significativo de mejoría o deterioro. Quien pide ayuda necesita un empujón para empoderarse y sanarse desde sus propios recursos y capacidades, porque todos disponemos de mecanismos sanadores innatos e inimaginables.
En estos momentos de deshumanización es saludable promover la adaptación creativa, que implica la mutación y la evolución como persona y como humanidad.
Cuando hablamos de Humanismo Sanador hacemos referencia a la relevancia que tienen nuestras relaciones humanas para ayudarnos, acompañarnos, aliviarnos y curarnos.
“Probablemente […] lo que más consiga aliviar, mejorar, calmar, curar o sanar a una persona sea la humanidad y el estilo de vivir y de pensar que tenga esa persona. Una pequeña parte es ciencia, una pequeña parte es medicina, pero la gran parte es Humanidad, es forma de ver, de sentir, de pensar, de estar.” [2]
[2] José Luis Padilla (2015)
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