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Marco teórico
Un marco teórico define un glosario, en este caso para abordar los estados depresivos en personas migrantes. A fin de explicitar qué semántica señalan los conceptos aquí usados, y sus fuentes, desarrollaré algunas ideas clave: creencias, ideas, ciencia, realidad, migración, salud mental, vulnerabilidad, confianza, depresión, tiempo, ser humano estelar, humanismo sanador.
Creencias, Ideas, Ciencia y Realidad
Tomo la diferenciación que Ortega y Gasset (2005) hace entre creencia e idea:
“Las creencias constituyen la base de nuestra vida, el terreno sobre que acontece. Porque ellas nos ponen delante lo que para nosotros es la realidad misma. Toda nuestra conducta, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de nuestras creencias auténticas. En ellas «vivimos, nos movemos y somos». Por lo mismo, no solemos tener conciencia expresa de ellas, no las pensamos, sino que actúan latentes, como implicaciones de cuanto expresamente hacemos o pensamos. Cuando creemos de verdad en una cosa no tenemos la «idea» de esa cosa, sino que simplemente «contamos con ella».
En cambio, las ideas, es decir, los pensamientos que tenemos sobre las cosas, sean originales o recibidos, no poseen en nuestra vida valor de realidad. Actúan en ella precisamente como pensamientos nuestros y sólo como tales. Esto significa que toda nuestra «vida intelectual» es secundaria a nuestra vida real o auténtica y representa a ésta sólo una dimensión virtual o imaginaria. Se preguntará qué significa entonces la verdad de las ideas, de las teorías. Respondo: la verdad o falsedad de una idea es una cuestión de «política interior» dentro del mundo imaginario de nuestras ideas. Una idea es verdadera cuando corresponde a la idea que tenemos de la realidad. Pero nuestra idea de la realidad no es nuestra realidad. Ésta consiste en todo aquello con que de hecho contamos al vivir. Ahora bien, de la mayor parte de las cosas con que de hecho contamos no tenemos la menor idea, y si la tenemos —por un especial esfuerzo de reflexión sobre nosotros mismos— es indiferente porque no nos es realidad en cuanto idea, sino, al contrario, en la medida en que no nos es sólo idea, sino creencia infraintelectual.”
Una de las creencias naturalizada por Occidente es la necesidad de “entender” y “dominar” la realidad simplificando el mundo y abandonando su abundancia… A este proceder lo han llamado método científico. Sobre ello, Paul Feyerabend[1] (2000) nos dice:
“Se dice que [la ciencia] amplía nuestro horizonte y revela los principios que yacen tras los fenómenos más comunes. Pero esta búsqueda tiene también un aspecto muy negativo. No acepta los fenómenos tal y como son, los transforma, ya sea en el pensamiento (la abstracción) o mediante la interferencia activa en los mismos (el experimento). Ambas transformaciones entrañan simplificaciones. Las abstracciones eliminan los rasgos peculiares que distinguen un objeto de otro, al igual que algunas propiedades generales. Como el olor y el color. Los experimentos van más allá y eliminan, o intentan eliminar, los vínculos que unen a cada proceso con su medio ‑crean un ambiente artificial, y en cierto modo empobrecido y exploran sus peculiaridades-. En ambos aspectos las cosas han sido separadas o «bloqueadas» de la
totalidad que nos rodea. Resulta muy interesante, que a lo que queda se le denomine lo «real»” …
…”no existe la «visión científica del mundo», del mismo modo que la «ciencia» no es una empresa uniforme, excepto en las mentes de los metafísicos, maestros de escuela y científicos cegados por los éxitos de su propio gremio particular. Con todo, hay muchas cosas que podemos aprender de las ciencias. Pero también podemos aprender de las humanidades, de la religión y de los remanentes de tradiciones antiguas que han sobrevivido a la embestida de la civilización occidental […] No hay un principio objetivo capaz de hacer que nos dirijamos del supermercado «religión» o del supermercado «arte» hacia el más moderno, y mucho más caro, supermercado de la «ciencia».
Resulta innegable la historicidad de los conceptos de creencias, ideas, ciencia y realidad. La separación entre sujeto y objeto, también entre realidad y apariencia, tiene su origen histórico en Occidente, entre el 900 y el 600 a.C. Por la misma época el dinero reemplazó al trueque, los dioses locales se aliaron concentrando poderes y perdiendo humanidad, la ciudadanía comenzó a definirse por leyes abstractas en vez de por relaciones familiares, las guerras empezaron a ser libradas por soldados profesionales… y grupos filosóficos hicieron de la importancia y la universalidad una medida de la existencia.
Migración
«Migrante» es la adjetivación/sustantivación del verbo migrar, derivado del verbo latino «migro» (cambiar de sitio). Tanto el verbo emigrar como el adjetivo/sustantivo emigrado se recogen por primera vez en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) en su quinta edición de 1817. El antecedente a esta inclusión es el uso que se registra en obras de Leandro F. de Moratín. En el mismo DRAE, inmigración e inmigrar, así como el sustantivo migración, aparecen en la onceava edición de 1869, mientras que inmigrante se registrará en la treceava de 1899.
La migración comporta dos fenómenos: el de la inmigración que es la llegada de los individuos a su nuevo destino, y la emigración que es la salida del territorio original. Son dos caras de la misma moneda, ya que siempre que alguien emigra o se va de un sitio inmigrará o ingresará a otro. Por este motivo, en este escrito siempre hablaremos de migración y migrantes, evitando así parcializar -más aún- la mirada.
Los migrantes no constituimos un grupo homogéneo, sino que nos estructuramos como una compleja amalgama de individuos con vivencias particulares, influidos por el país de origen, la razón por la que emigramos, las condiciones de acogida en el país anfitrión, los recursos socioeconómicos de que disponemos y cada bagaje psicológico/corporal/familiar específico.
Nuestra vivencia también cobra un especial cariz si somos: a) migrantes con cierto grado de libertad respecto a la decisión de abandonar el país natal, así como la posibilidad de volver a él, y b) refugiados, que son individuos forzados a abandonar su país, generalmente por motivos políticos o religiosos, y cuya repatriación es imposible o peligrosa.
Salud mental
¿Qué concepciones de salud mental presentes en discursos y prácticas sociales resultan cuestionables?
- Salud mental como sinónimo de normalidad: La normalidad implica el cumplimiento de una norma o el ajuste a una condición mayoritariamente imperantes en un determinado marco social, en una época también determinada y que puede o no cambiar en otras circunstancias (criterio “estadístico‑adaptativo de salud mental”).
- Salud mental como ausencia de enfermedad: En el marco del modelo biomédico, la salud mental se ha equiparado a la ausencia de enfermedad mental. La salud mental se evalúa determinando la presencia o ausencia de cuadros psicopatológicos descriptos y clasificados en los manuales internacionales (DSM5 o CIE10).

Doyal amplía la definición dándole una dimensión más histórica‑social: la salud mental se mantiene en términos de la capacidad que un sujeto tiene para diseñar objetivos y proyectos de vida, así como de la capacidad de allegarse los recursos necesarios para la consecución de tales proyectos, esto no se logra sin una plena participación del sujeto en la sociedad.
Después de plantear esta concepción multidimensional de salud podría parecer una contradicción hablar de salud mental como algo distinto o separado de la salud en general.

En los estudios hay consenso sobre la multicausalidad del padecimiento mental. Desjarlais propone el siguiente esquema:
Esta visión de la salud mental logra un consenso internacional en 1995 con el llamado Reporte Harvard. Dicho documento fue elaborado en el Departamento de Medicina Social de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, con el apoyo de la Corporación Carnegie de Nueva York, la Fundación MacArthur, la Fundación Rockefeller y el Fondo Milbank Memorial. Desde luego no descubrieron nada que no hubiera sido dicho durante años. Este trabajo surge cuando la enfermedad mental empieza a tocar puntos neurálgicos del sistema; cuando esta carga sobrepasa los límites permitidos, cuando el cálculo costo‑beneficio se desequilibra y los “locos” comienzan a ser un peligro ya no solamente potencial, sino concreto y costoso. De hecho, la depresión es hoy en día una de las enfermedades más discapacitantes.
[1] Paul Feyerabend fue un epistemólogo austríaco que recibió las influencias del último Wittgenstein y de Karl Popper. Derribando el esquema positivista, la ciencia toma la experiencia estética como modelo; de hecho, ambas experiencias aparecen en el pensamiento de Feyerabend como una interpretación de la realidad. Tal como ocurre en la producción y en el goce del arte, la verdad científica revela siempre un mundo totalmente nuevo. Algunas de sus postulaciones son:
El ser responde a algunas aproximaciones, pero no a todas.
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