¿Cómo comenzó mi acercamiento a la Medicina Tradicional China?
Con 27 años tuve un ingreso hospitalario extenso e intenso, con muchísimo sufrimiento, sin que la medicina occidental comprenda ni por qué empeoré ni por qué mejoré, supe que a pesar de los grandes avances de la ciencia occidental y las buenas intenciones del personal sanitario, esta medicina estaba obnubilada con la tecnología y los protocolos sin a veces poder reconocer ni sus limitaciones ni todo aquello que escapa a sus explicaciones materialistas, farmacológicas y quirúrgicas.
De aquella raíz experiencial, germinó un camino que brotó el último fin de semana de octubre del año 2012: mi primer seminario de Medicina Tradicional China. El primero de mi vida. Un par de días después de vivir aquel seminario no pude evitar escribir la reflexión pedagógica que aquí comparto. Aquello fue en Cartagena (España), en el Instituto Europeo de Terapias Alternativas «Shen Hai».

Valia Percik
Comparto caminoYin y yang: ¿visión ambigua? ¿dual? ¿dicotómica?

Un relato es como el agua
que calientas para el baño.
Transmite mensajes entre el fuego
y tu piel. Los pone en contacto
y te purifica.
Muy pocos pueden sentarse
en medio del mismo fuego,
como una salamandra o Abraham.
Necesitamos intermediarios.
Llega un sentimiento de saciedad,
pero frecuentemente se requiere un poco de pan
para que se produzca.
La belleza nos rodea,
pero frecuentemente necesitamos caminar
por un jardín para comprenderlo.
El cuerpo es en sí mismo una pantalla
que protege y revela en parte
la luz que resplandece
dentro de ti.
El agua, las historias, el cuerpo,
todas las cosas que hacemos, son medios
que ocultan y muestran lo que está oculto. Estúdialos,y disfruta del lavarte
con un secreto que a veces conocemos
y luego no.
Poema compuesto en el S. XIII
por el poeta persa sufí
Maulana Jajal al-Din, conocido como Rūmi.
La búsqueda de la «realidad» que acompaña el crecimiento de la civilización occidental no acepta los fenómenos tal y como son, sino que los transforma mediante el pensamiento conceptual (la abstracción) y la interferencia activa en ellos (la experimentación). Dice el epistemólogo Paul Feyerabend: «Las abstracciones eliminan los rasgos peculiares que distinguen a un objeto de otro, al igual que algunas propiedades generales, como el olor y el color. Los experimentos van más allá y eliminan, o intentan eliminar, los vínculos que unen a cada proceso con su medio ―crean un ambiente artificial, y en cierto modo empobrecido y exploran sus peculiaridades―. En ambos aspectos las cosas han sido separadas o «bloqueadas» de la totalidad que nos rodea. Resulta muy interesante, que a lo que queda se le denomine «real», es decir que se considera como algo más importante que la propia realidad. Además, esta totalidad se describe como si estuviera formada por dos partes: un mundo real oculto y parcialmente distorcionado y un velo molesto que lo envuelve y oculta.». Combinado con este problema epistemológico propio de la ciencia, ya no nos resultan invisibles las intenciones que tejen y destejen los presupuestos de investigación, los procesos de ligitimación de saberes en los ámbitos académicos y las universidades, las tecnologías que son ocultadas por no ser inescrupulosamente rentables y obsolescentes, las enfermendades que son «delineadas» para crear mercado a ciertos fármacos particulares o para estigmatizar grupos sociales…
Respecto a la desgastada dicotomía entre el bien y el mal, ¿quiénes pueden hoy fundamentar una definición universal del bien y del mal y lograr el consenso de toda la humanidad? Ambos conceptos no son propiedades de los seres ni de los procesos, sino valoraciones subjetivas y culturales. Aún así, es relevante mencionar que cada grupo social dominante o intentando dominar, ha invertido enormes esfuerzos para extender y unificar sus propios contenidos para lo permitido y lo prohibido, lo aceptable y lo inaceptable, lo bueno y lo malo. En otras palabras, tanto en lo moral como en lo cognitivo, en Occidente se han legitimado construcciones intelectuales que dan cuenta de ínfimos fragmentos del ser y se ha ensombrecido todo «lo otro» por molesto.
Las dicotomías positivizan uno de los polos y negativizan el otro, son estáticas y no contemplan el cambio. Por todo lo antedicho resultan toscas e incompletas para comprender la multiplicidad de fenómenos que importan en nuestras vidas.
La relación entre ellas, de consumo mutuo, es la fuente de todo cambio. Cualquiera de las dos puede transformarse en la otra. Todo Yin tiene Yang y todo Yang tiene Yin. Me pregunto: ¿Podría afirmarse que su existencia es un fractal infinito? Intuyo que sí.
Yin y Yang son pilares del modo de percibir y comprender en China. Al percibir lo que baja, lo interior, lo oscuro, lo frío, lo pesado, lo húmedo, lo quieto, lo blando, identificamos la predominancia Yin y/o la insuficiencia Yang. Al percibir lo que sube, lo exterior, lo luminoso, lo cálido, lo liviano, lo seco, lo móvil, lo duro, comprendemos la preponderancia Yang y/o la escasez Yin. Toda la existencia cósmica puede explicarse desde esta relación dinámica de equilibrio, desequilibrio, nuevo equilibrio… También el microcosmos del ser humano.
Seguidamente, podemos comprender a la salud humana como una armonía entre ambos polos energéticos, tanto en el plano general como en los niveles más puntuales de observación y comprensión. Si uno prevalece, consume más de lo que es consumido.
Nuestra percepción está modelada por el lenguaje y los estereotipos de nuestra cultura, nuestros grupos de pertenencia y nuestra experiencia vital. La mente acaba conformando la realidad que experimentamos, emplea las interpretaciones estandarizadas de los sucesos para hacer posible el re-conocimiento y el aprendizaje, para crear orden a partir del caos. El pensamiento dicotómico puede resultar «útil» mientras funciona o aparenta hacerlo. El pensamiento dual o ambigüo tiene el cambio potencial en su esencia. Su carácter abierto no reduce la abundancia del ser, permite apreciar el pleno equilibrio que abraza en su interior a los pequeños desequilibrios. Por todos estos motivos encuentro mucho más potente, atemporal, fértil y práctico a este relato de agua con dos sonidos: Yin y Yang.
Postdata sobre la pedagogía de este primer seminario
A modo de una primera devolución subjetiva, sin pretensión alguna de imparcialidad, pues a esta última la considero un tipo de expresión (no un modo de percepción), es que escribo esta postdata.
El formulario para evaluar la enseñanza del seminario es una iniciativa interesante para registrar el nivel de conformidad de los alumnos. Aunque me resulta áspera y escasa. El proceso de enseñanza aprendizaje no es cuantificable; es un proceso subjetivo, intersubjetivo y absolutamente cualitativo. Sin embargo, sé que no estamos habituados a pensar sobre cómo aprendemos y/o cómo enseñamos, que no recibimos muchos estímulos para desarrollar el pensamiento creativo, crítico y autocrítico… Incluso nos faltan palabras para nombrar y detallar la experiencia, ni qué hablar para analizarla. Solemos quedarnos en el plano de: es bueno, es malo, me gustó, no me gustó… Pero también sé que esta escuela no quiere ser sólo un espacio con un corpus conceptual de calidad, sino que pretende ser un sitio donde el aprendizaje no sea bloqueado por las típicas dificultades de los ámbitos académicos. Ejemplo de esto es la inexistencia de exámenes cuantificables para evaluar al alumno, entonces ¿por qué cuantificar al profesor?. También es cierto que los problemas habituales en el aprendizaje no sólo son por las caprichosas «fotografías» que llamamos exámenes, sino que están fundados en que muchas veces ni los profesores ni los alumnos comprendemos cómo es que ocurre el misterioso hecho del aprendizaje.
Durante estas primeras catorce horas compartidas, he visto la destreza y el esfuerzo de la profesora para definir y explicar los contenidos programados. Los recursos que ha utilizado son propios y adecuados para la oralidad: la repetición de los conceptos con diferentes palabras y ejemplos, el apoyo visual de las proyecciones, la comparación con el paradigma médico occidental y el diálogo continuo con los alumnos para verificar el grado de comprensión de lo expuesto. Asimismo, he apreciado un cuidadoso trato del ritmo en la exposición, utilizando los dos recursos más potentes del lenguaje oral: la creación de expectativas (el anuncio de apetecibles «regalos» y la «promesa» de aprender a rectificar para sanar) y la digresión (el relato de anécdotas profesionales e incluso personales y los «viajes al futuro» donde visualizamos cómo los nuevos conceptos se aplican al diagnóstico y al tratamiento terapéutico). Con dicha táctica es más factible la atención prolongada y la placentera fusión dentro de nuestra subjetividad entre lo que ya sabíamos, lo que intuíamos, lo que necesitamos y lo nuevo que estamos des cubriendo. ¿Quiero algo más? Tal vez, en algunos seminarios futuros, la integración de dinámicas grupales que eviten el estancamiento de roles y propicien la construcción grupal del saber. Como tantas veces ha dicho Paulo Freire, enseñar no es transferir conocimiento sino crear las posibilidades para su producción o su construcción.
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